Páginas
- Arlt
- Borges
- Poe
- Siglo de oro
- Boedo y Florida
- Realismo
- Kryptonita
- Ciencia Ficción
- Fantástico
- Poesía
- Cortázar
- Narr. argentina
- Arte
- Martín Fierro
- Mitos y épica
- Teseo y Ariadna
- Romeo y Julieta
- Orfeo y Eurídice
- Narrativa breve
- Saki
- Jack London
- Lovecraft
- Varios
- Narr. Latinoamericana
- Horacio Quiroga
- Teatro abierto
- Los 7 locos
- Ficciones
- El infierno prometido
- Sintaxis
Aparición urbana, Oliverio Girondo
¿Surgió de bajo tierra?
¿Se desprendió del cielo?
Estaba entre los ruidos,
herido,
malherido,
inmóvil,
en silencio,
hincado ante la tarde,
ante lo inevitable,
las venas adheridas
al espanto,
al asfalto,
con sus crenchas caídas,
con sus ojos de santo,
todo, todo desnudo,
casi azul, de tan blanco.
Hablaban de un caballo.
Yo creo que era un ángel.
Apunte callejero, Oliverio Girondo
En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana.
Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles,
los transeúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno
que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la
vereda...
Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un tranvía.
Río de Janeiro, noviembre, 1920.
Vuelo sin orillas, Oliverio Girondo
Abandoné las sombras,
las espesas paredes,
los ruidos familiares,
la amistad de los libros,
el tabaco, las plumas,
los secos cielorrasos;
para salir volando,
desesperadamente.
Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
Aridandantemente, Oliverio Girondo
Imagen: Jean-Michel Basquiat: Autoretrato |
Sigo
solo me sigo
y en otro absorto otro beodo lodo baldío
por neuroyertos rumbos horas opio desfondes
me persigo
junto a tan tantas otras bellas concas corolas erolocas
entre fugaces muertes sin memoria
y a tantos otros otros grasos ceros costrudos que me opan
mientras sigo y me sigo
y me recontrasigo
de un extremo a otro estero
aridandantemente
sin estar ya conmigo ni ser un otro otro
La caída, por Olga Orozco
Estatua del azul, deshabitada,
bella estatua de sal,
desconocida fatalidad adonde voy con los ojos abiertos y la memoria a ciegas:
¿eres tú quien me llama con una gran nostalgia, fuerte como el amor?
¿eres tú quien me aspira de pronto hacia la ronca garganta de los siglos?
¿eres acaso tú, incesante comienzo de mi culpa?
(¡Oh alma!, ¿adónde vas?,
Suscribirse a:
Entradas (Atom)